Pilita Clark

Una copa al almuerzo ¿fomenta la creatividad o nos desconcentra?

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Por: Pilita Clark | Publicado: Lunes 4 de junio de 2018 a las 04:00 hrs.
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Hace poco almorcé con un hombre de una gran empresa tecnológica y una mujer en el negocio de las revistas quienes dijeron algo extraordinario cuando el camarero nos preguntó si queríamos ver la lista de vinos: “Sí, por favor”.

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Hacía tanto tiempo que no veía a nadie beber nada más extravagante que agua con gas en un almuerzo de negocios que me tomó un instante procesar la idea y otro para exclamar que, por qué no, yo también quería una copa.

Caminé de vuelta a la oficina sintiéndome satisfecha conmigo misma hasta que me senté a escribir un correo electrónico sobre un publicista fastidioso, que por error casi le envié al hombre mismo.

No obstante, la semana pasada encontré una investigación que sugiere que hay ciertos beneficios de trabajar mientras estás ligeramente borracho.

Un experimento estadounidense reportado en el Harvard Business Review mostró que cuando 20 jóvenes bebían suficiente vodka con jugo de arándano para elevar sus niveles de alcohol en la sangre a casi el límite legal de 0,08%, podían resolver una serie de acertijos lingüísticos mejor y más rápidamente que 20 otros que estaban sobrios.

Los acertijos no se asemejaban a los problemas que yo tengo que resolver en el trabajo. Pero según uno de los investigadores que diseñaron la prueba, Andrew Jarosz, los resultados apoyaban la idea de que estar levemente embriagado podría impulsar la creatividad porque entorpece nuestra habilidad para enfocarnos.

La noción de que pudiera haber algo positivo sobre estar medio borracho en el trabajo suena tan opuesto a las modernas teorías de gestión que llamé a Jarosz para ver si él creía que existían trabajos -incluyendo el mío- que pudieran beneficiarse de más cócteles negroni a la hora de almuerzo.

Tristemente, él opinó que no creía que los hubiera. “Hasta cierto punto todo trabajo requiere cierto enfoque”, dijo. Y aunque todos también tienen momentos cuando perder el enfoque podría ser útil, “la mayoría de las veces no debes beber en el trabajo”.

¿Pero será posible que la sobriedad haya ido demasiado lejos? Yo he contemplado esta pregunta cuando Financial Times invita a una persona importante a un almuerzo con la junta directiva, donde siempre se ofrece una copa de algún vino bastante decente. No recuerdo la última vez que alguien haya aceptado.

Lo que sí recuerdo vívidamente es aceptar una copa en mi primer almuerzo de este tipo y ver con una ansiedad cada vez más profunda como todas las otras personas alrededor de la mesa rehusaban gentilmente y pedían un vaso de agua.

La situación es peor de lo que yo pensaba. Desde entonces he visto un estudio mostrando que las personas que simplemente sostienen una bebida alcohólica en la mano son consideradas menos inteligentes que las que no, un fenómeno que los investigadores llamaron “prejuicio contra el idiota que bebe”.

Claramente, no han oído hablar de Jarosz y sus vodkas con jugo de arándano, ni han contemplado el hecho de que muchos de nosotros comenzamos a trabajar en oficinas cuando era rutinario beber.

Tampoco lo sabían mis colegas de menos de 30 años con quienes hablé el otro día para ver qué les parecía la idea de que beber en la oficina pudiera tener su lado positivo.

Quedaron boquiabiertos. Todos, hombres y mujeres, pensaban que les haría sentirse “incómodos”, “entorpecidos”, o simplemente inútiles en sus labores.

No los culpo, considerando lo que puedes al ir mal cuando estás ebrio, especialmente en Gran Bretaña.

No hace mucho, un corredor de bolsa que se fue de juerga después de un fin de semana de golf logró subir el precio del petróleo a niveles sin precedentes en los últimos ocho meses cuando compró 7 millones de barriles de petróleo en la madrugada. Unos años después, una mujer que había estado bebiendo en exceso se robó un transbordador de pasajeros en Devon, chocando con otras naves “como una máquina de pinball” al escaparse gritando “¡Soy el pirata Jack Sparrow!”

Nada de esto es bueno, evidentemente. Pero en el curso de mi investigación para este artículo, le pregunté a un hombre instruido lo que pensaba sobre la sobriedad del siglo XXI. Inmediatamente respondió: “¡Los persas!”

Resulta que el historiador griego Heródoto escribió una vez que cuando los persas tenían que decidir algo importante, tomaban una decisión cuando estaban borrachos, y si todavía les parecía una buena idea al día siguiente cuando estaban sobrios, la aprobaban.

Yo sé que esto nunca funcionaría actualmente. ¿Pero soy la única a quien le gustaría que lo probáramos?

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